jueves, 13 de diciembre de 2012

"Al zapatismo lo carcomió la envidia y la politiquería": nietos de Zapata (3ª y última parte)


Mural de Emiliano Zapata en los restos de la casa que lo vio nacer en Anenecuilco, Morelos.

A UNOS CENTÍMETROS de los labios, Emiliano sostiene un puro de cuya brasa convertida en ceniza flota una neblina fantasmal que le envuelve con formas caprichosas el rostro hasta casi ocultarlo a la vista. A diferencia de otras fotografías en las que aparece vestido de charro, en esta instantánea de primer plano el general luce sobre los hombros un abrigo recio de solapas gris y un eterno pañuelo blanco que anuda con esmero al cuello.

Sus ojos oscuros y ligeramente achinados miran en un silencio helado a la cámara. Tiene el pelo negro y frondoso, al igual que el vello que le brota a borbotones del mostacho y le esconde por completo el labio inferior y parte de las mejillas. Sin embargo, en los extremos de las pobladas cejas que están a punto de unirse en una sola por un entrecejo ligeramente fruncido ya asoman los destellos del paso del tiempo. Miliano –como lo llama su hermano Eufemio- cuenta apenas treinta y pocos años de edad al momento en que fue tomada la fotografía. Pero a pesar del aspecto pulcro y varonil, el general, que siempre gustó de “mujeres, trajes y caballos, sin importar el orden”, tiene la mirada de un hombre cansado, exhausto.

Desgastado.

-Entre 1914 y 1916 hubo un auge del zapatismo muy fuerte en Morelos y en el centro de México –apunta Édgar mientras camina dejando atrás la máquina de vapor y el tenderete con fotografías a diez pesos en blanco y negro de su bisabuelo-. Pero, como en todo movimiento social y armado –continúa-, siempre hay un desgaste. Y esa fue, precisamente, la táctica que emplearon contra Zapata y su gente: la envidia.

-¿Se refiere a algún caso en particular?

-Me refiero a que al zapatismo lo desquebrajaron matándole a sus hombres de confianza, como Otilio Montaño (autor intelectual junto al propio Zapata del Plan de Ayala) que según fue traidor y terminó ejecutado. Pero, en realidad, todo se trató de envidias porque Montaño era compadre de mi bisabuelo. Y eso fue lo que empezó a carcomer al zapatismo: las rencillas, las diferencias políticas… Y es lamentable, porque fue un movimiento social que inició desde abajo, netamente campesino, y con una visión clara. Sin embargo –suelta un suspiro entre nostálgico y cansado-, al zapatismo le ganó mucho la politiquería. No la política, sino la politiquería.

-Precisamente, fruto de esa envidia y de la politiquería, también llega el asesinato de Zapata…

-Bueno –se lleva la mano al bigote-. Si Zapata no hubiera muerto en Chinameca, creo que lo hubieran aniquilado de todos modos. Sin embargo, esa derrota que tuvo el General el 10 de abril de 1919 fue también su gran triunfo, porque después de que lo mataran renace el mito y esa leyenda de Zapata que aún en la actualidad podemos percibir en las comunidades.

Esta es una de las fotografías que se tomó al cadáver de Emiliano Zapata. A pesar de la misma, fueron muchos los que creyeron que, en realidad, el cuerpo pertenecía a otra persona y que El Caudillo del Sur continuó con la revolución por su cuenta. La leyenda incluso asegura que Zapata fue visto... en Arabia. 

Tras la respuesta Édgar se queda en silencio unos segundos.

-Después de muerto Zapata hizo más obras sociales que cuando estaba vivo –asegura el historiador y a continuación se explica-. Porque cuando vivía estaba muy perseguido por el gobierno y era minimizado por la prensa, como El Imparcial, que hablaba muy mal de Zapata. Además, después de la Revolución y de su asesinato, Zapata puso el sentido social de esa guerra, y esto fue lo que obligó a los gobiernos a voltear a la clase más baja de México.

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LAS TAZAS de café están vacías.

Hace un par de horas que quedó atrás el ecuador que divide el día y el sol de la tarde apenas comienza a calentar la ciudad que amaneció fría y nublada.

Frente al lente de la cámara, Margarita Zapata sostiene a cuadro una fotografía de su abuelo y, entre flash y flash, recupera la sonrisa mientras comienza a hablar de la faceta más humana del líder revolucionario a través de los recuerdos de su abuela y su padre, Luis Eugenio Zapata.

“Observa esta mirada –sostiene entre los dedos una fotografía en blanco y negro del General-. Mi abuela siempre decía que yo tengo los mismos ojos que mi padre”.

Fotografía de Emiliano Zapata exhibida en Hacienda Chinameca, Morelos. 

-¿Qué le contaban de Zapata cuando era niña?

-En casa siempre se estaba hablando de él. Mi abuela nos contaba algunas anécdotas, pero mi padre  no, porque él era una persona muy seria; una persona que al igual que mi abuelo muy pocas veces reía. Eran personas muy metidas en sus trabajos, en su lucha, y creo que no les quedaba tiempo para otras cosas. Sin embargo, mi abuela decía que Zapata era muy cariñoso.

-Y tan cariñoso… ¿Sabría decir cuántos hijos tuvo el General?

Margarita suelta una carcajada que le rasga la mirada.

-Bueno, es que Zapata era un charro muy bien plantado –ríe de nuevo- Y sí, según el recuento de los historiadores eran 28 hijos. Pero recientemente nos han hablado de cuatro más. De manera que tenemos que hacer la investigación. No para encontrarlos, porque probablemente ya habrán muerto, sino para encontrar la descendencia que dejaron.

-¿Y usted, qué les platica de Emiliano Zapata a sus hijos?

-Yo les hablo mucho de su lucha. Pero, más que nada, de lo que les platico es del compromiso que hay que asumir con este apellido. Porque ser Zapata, a veces, es agradable ya que hay mucha gente que siente un reconocimiento por Emiliano Zapata y por su familia. Pero también hay mucha otra gente que no. Así que les digo que ellos tienen que ganarse el respeto y el reconocimiento por sí mismos. Y que si quieren honrar la memoria de Emiliano Zapata tienen que comprometerse –levanta el dedo índice para concluir en el punto donde inició la conversación hace más de un hora-. Porque ser un Zapata es eso: compromiso, compromiso y más compromiso.

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EL CAMINO que separa Cuautla de Anenecuilco, en el municipio de Ayala, es corto: unos pocos kilómetros de carretera rodeada de amplios campos de maíz conducen hacia el interior de esta población con algo más de nueve mil habitantes hasta llegar a una explanada cercada por barrotes, en cuyo interior aún permanece en pie los restos de lo que fue la  casa donde nació y creció el noveno hijo del matrimonio formado por Don Gabriel Zapata y Doña Cleofás Salazar.

“Este lugar tiene un significado familiar histórico muy importante para mí porque en este lugar nació mi bisabuelo -cuenta Édgar Castro Zapata frente a lo que queda de la construcción de adobe-. Y porque, además, me quiero imaginar que en esta casa también los hombres del General tuvieron sus reuniones para preparar la revolución en el sur”.

Tras la breve explicación de la importancia histórica del lugar que pisamos, Édgar cruza los brazos sobre la camisa blanca que viste y aguarda al amparo de una amplia lona que lo protege del sol la siguiente pregunta.

“Películas como la de Alfonso Arau, con Alejandro Fernández, desinforman a la juventud; quieren minimizar a Zapata”

-¿Cómo cree que los jóvenes perciben hoy lo que hizo Emiliano Zapata hace más de un siglo?

-La historia de Zapata ha sido muy manipulada por el Gobierno –sus palabras transpiran irritación-. Por ejemplo, cómo permitieron que se hagan películas sobre Zapata como la famosa de Alfonso Arau, con Alejandro Fernández, que en lugar de informar… ¡desinforman a la juventud! Pareciera que quieren minimizar todo lo que fue Zapata, y entiendo que lo quieran hacer, porque él murió siempre en la lucha. Y sé que si hoy estuviera vivo, el General estaría peleando contra el gobierno.

-Después de tanto tiempo muerto Zapata, ¿aún es un personaje incómodo?

-Sí, históricamente Emiliano Zapata ha sido un personaje muy, muy incómodo. Porque si se desempolva toda la historia que trae consigo y se difundiera como debe ser, las nuevas generaciones entonces tendrían más conciencia, más criterio… Y lo que quiere el gobierno es, precisamente, que no tengan criterio alguno, ni que tomen sus decisiones. Por eso demeritan a los grandes héroes, como Zapata, Morelos o el propio Juárez, que ya lo han querido sepultar muchas veces por instaurar el laicismo en México.

-Pero, a pesar de esa ‘desinformación’ de la que usted habla, sí es común ver a muchos jóvenes en marchas portando banderas con el rostro del General Zapata…

-Sí, pero cuando veo a uno de esos jóvenes con una playera de Zapata… ya lo considero más bien como algo comercial. Lo mismo pasa con el Ché Guevara: muchos jóvenes portan camisetas y gorras pero no saben de la causa social que está detrás de esa imagen. Y Zapata también ha sufrido mucho el manipuleo mercantil. Lo podemos ver, por ejemplo, en la película de Arau que comentábamos anteriormente.

Esta es una de las camisetas que se pueden adquirir a unos pocos pasos de la casa donde nació Zapata.

“El neozapatismo de Chiapas desempolvó las banderas zapatistas; pero no veo claro hacia adónde van”
-¿El zapatismo en Chiapas es lo más parecido hoy a lo que inició el General en la Revolución?

-El neozapatismo fue bueno en el 94, porque desempolvó las banderas zapatistas, las puso en el plano internacional, y todos volteamos a ver al mundo indígena que estaba muy olvidado. Sin embargo, del 94 a nuestra realidad yo no veo una mejora en la situación del indígena, y no veo claro hacia adónde van. No obstante, su lucha me parece interesante y tienen todo mi respeto y reconocimiento.

-Más de cien años después, ¿México necesita de otra Revolución?

-A nosotros lo que nos impulsa es la continuidad del Plan de Ayala, pero ya no a través de las armas. Porque hoy nuestra mejor arma son los fundamentos. No podemos estar gritando contra el gobierno sin tener fundamentos. Y en esta dirección estamos trabajando en la Fundación Zapata, para llevar a cabo una guerra de guerrillas cultural y hacerle ver a los gobernantes que seguimos acá.

“Hoy nuestra lucha es una guerra de guerrillas cultural, una revolución de ideas”
-¿Una guerra de guerrillas cultural?

-Sí, hoy ya no podemos hacer una guerrilla armada porque si no… nos acaban. Dirían que en lugar de zapatistas, somos narcos o terroristas. Por eso lo nuestro hoy es una revolución de ideas.

Édgar Castro Zapata, entrevistado junto a los restos de la casa donde nació su bisabuelo.

-¿Y cómo piensan llevar a cabo esa revolución de ideas?

-El lema de Zapata es La tierra volverá a quien la trabaja. Pero ahora el arma para conseguir esto sería la educación, porque después de tantos años el campo en el olvido no creo que en un sexenio todo se arregle. Me vería muy romántico si digo esto. Por eso hoy el lema creo que debe ser La educación es de quien la trabaja, porque esa es una de las herramientas que como jóvenes tenemos para desarrollarnos y sobrevivir en todo este mundo neoliberal que nos ha tocado vivir.

ÉDGAR HACE UNA PAUSA. Observa de soslayo el paredón que hay frente a los restos de la casa natal de su bisabuelo, en el que una pintura de El Caudillo del Sur rompiendo las cadenas de la esclavitud preside un mural de grandes dimensiones. Mira de nuevo hacia la cámara que lleva más de una hora filmándolo y concluye:

-En la actualidad seguimos en esa espera de que venga un nuevo Zapata, pero ya no como hace cien años. Hoy necesitamos un Emiliano Zapata que debata con ideas, con fundamentos, y ya no con armas.

*Este artículo fue publicado originalmente en el portal Animal Político. 

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Postdata:
Agradecimientos a Omar y Pavel Granados, fue un placer trabajar con ustedes en esta crónica. 


Tanto el texto como las fotografías de este reportaje tienen derechos de autor. Si requieren parte del material pueden ponerse en contacto conmigo en @ManuVPC 

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