lunes, 20 de octubre de 2008

'Paradojas de la democracia'


Manuel Ureste/'Diplomacia Exprés'
Tras el 11-S, la Administración Bush manifestó su compromiso de defender por todos los medios los derechos humanos. De hecho, “la dignidad humana”, como decían, tuvo un lugar más que destacado en el discurso de Bush sobre el estado de la Nación en enero de 2002.

Bush reconoció que para EU había
primado la estabilidad sobre
la democracia, y que en nombre
de ésta había permitido la existencia
de regímenes autoritarios

Un año después, durante su famoso discurso ante el Legado Nacional para la Democracia, Bush reconoció que para Estados Unidos la estabilidad había primado sobre la democracia, y que en nombre de ésta había permitido la existencia de regímenes autoritarios. “Pero eso se acabó”, afirmó en aquel entonces el presidente, asegurando que “los intereses de Estados Unidos hallan mejor servicio si la democracia florece en toda la región”.
Sin embargo, lo que ha florecido con fuerza es lo que el profesor Samuel Hungtinton denomina como “las paradojas de la democracia”. Entendiendo por este concepto que “en algunos países la democracia desemboca en la victoria de las fuerzas hostiles a Occidente”.
Así sucedió en El Salvador, donde se aplicaron dos políticas: una, asegurar unas elecciones técnicamente creíbles; y dos, garantizar que venciera “nuestro candidato”. Claro está, ello provocó la masacre de 70.000 personas, y que se le volara la tapa de los sesos a los intelectuales del momento.

EU inicia su campaña militar
en Afganistán con la dictadura
pakistaní de Pervez Musharraf,
un "gran demócrata" que derrocó
a tiro limpio un gobierno
elegido por el pueblo

Asimismo, cuando la Administración Bush inicia su campaña militar después del 11-S, invadió Afganistán en alianza con la dictadura pakistaní de Pervez Musharraf, un “gran demócrata” según la propaganda oficial, y que en 1999 derrocó a tiro limpio a un gobierno elegido por el pueblo.
Ya de paso, Afganistán sirvió para que Estados Unidos ampliara su presencia militar en Asia central, comprando para su 'Guerra contra el Terror' la colaboración de todos los regímenes despóticos, como los de Uzbekistán y Kirguistán entre otros. Lo mismo sucedió más al Este, en el Cáucaso, donde por un lado apoyan a Georgia en su lucha frente a Rusia, y por otro dan cobijo a los peores tiranos en la vecina Azerbayán. El motivo, claro está, es el petróleo.
Y lo mismo sucede con Arabia Saudí, el más antiguo y querido de los aliados musulmanes que tiene Estados Unidos, y que es la antítesis máxima de la democracia, siendo además el estado más opresivo con la mujer. De hecho, tal y como afirma Gilbert Achcar, uno de los principales conocedores de Oriente Medio, “cuando uno compara Arabia Saudí con la República Islámica de Irán, Irán parece el faro de la emancipación de la mujer”. Sin embargo, se crucifica por su fanatismo religioso al país que preside Ahmadineyad, mientras que la dinastía saudí son “nuestros amigos”. Amigos que, por cierto, tienen probablemente la mayor reserva petrolera del mundo.

"Cuando uno compara Arabia Saudí
con la República Islámica de Irán,
Irán parece el faro de la
emancipación de la mujer"

Se trata, por tanto, de paradojas que han tenido continuidad en todas las administraciones estadounidenses. Aunque en ésta última, el concepto de apoyo a la democracia "si y sólo si se conforma a los objetivos económicos y estratégicos de Estados Unidos", ha ido un paso más allá. No en vano, tal y como concluye Achcar: “todo el que posea un mínimo conocimiento de los hechos, no podrá conceder el menor crédito al discurso democrático de la Administración Bush”.


No hay comentarios: